Encomiéndense a la oración de todos.
1 Los hermanos que van a salir de viaje Encomiéndense a la oración de todos los hermanos y del abad, 2 y siempre en la última oración del oficio divino recuérdese a los ausentes. 3 Cuando regresan del viaje los hermanos, el mismo día que llegan, en todas las horas canónicas, al terminar el oficio divino, se postrarán en el suelo del oratorio, 4 y pedirán la oración de todos por las faltas cometidas, pues quizás durante el viaje desviaron la vista, escucharon cosas malas, o se dieron a la conversación vacía. 5 Nadie se atreva a contar a otro lo que vio u oyó fuera del monasterio, porque es muy perjudicial. 6 Y si alguien se atreviere sea sometido al castigo regular. 7 Lo mismo se haga con quien se atreva a salir de la clausura del monasterio, o ir a cualquier parte, o hacer cualquier cosa, aunque sea pequeña, sin el permiso del abad.
« 66. Los porteros del monasterio. 68. Si mandan cosas imposibles. »